Nosotros que aún seguimos vivos Llevamos la carga de contar la historia. Porque la vida que seguimos, Esta realidad, Se divide en tajadas, se descuartiza, se acecina Con lagrimas inesperadas. Brotan de cantos olvidados, Como arrullos penosos Invocados con deseos de venganza Y Traicionados a la vez por una amnesia colectiva.
Sin embargo, la historia tiene que contarse Porque el tiempo es implacable Y la memoria es fragil…tan fragil.
Tejo las pequenas piezas Cada hilo, una cuerda, un musculo, un pedazo de carne Acalambrado para rehacer el mundo que alguna vez fue.
Yo canto esas canciones, Y las palabras, esas palabras tan preciosas, Desterradas, arrancadas, relegadas a morir lejos Vuelven como cadaveres resucitados en comerciales de Ford Y en medio de mi rabia, mi voz se ha olvidado como cantar
Como una piedra. Se atora en mi garganta. No hay manera de hacer esos sonidos. Solo puedo escucharlos en mi corazon.
Y sin embargo la historia tiene que contarse. Porque antes, antes que existiera este mundo de calculos frios y de ataques repetitivos, Había calidéz. Aún inmersos en el calor enceguecedor de esa guerra, Hubieron manos que se sujetaban, Ojos que lloraban por los niños quemados por el napalm al otro lado del mar, Y corazones que se horrorizaron por el verdadero rostro blanco del odio.
Los mentirosos televisivos perdieron sus mascaras Y la verdad con todo su adolorido coraje Corría por nuestra sangre joven.
A Nuestros ojos jovenes no importaban de qué color era la bandera Solo que estaba adornando el ataúd Del hermano, padre o hijo de alguien.
Al contar esta historia yo no estoy sola. Hay miles de socios que en silencio Me jalan desde distintas direcciones Cada uno con sus propios sueños de las vidas que llevaron Del futuro que debería haber sido Y de las enseñanzas que ya deberiamos haber aprendido.
—Lisa Milos
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